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  Año 2- N° 7 Agosto 2008
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Rebelión

Oro para todos

Los pasados Juegos Olímpicos de Beijing invadieron las pantallas de televisión y el mundo volteó su mirada hacia ellos. De lo que casi nadie se percató fue del uso comercial que diversas marcas hicieron de ellos. 

A pesar de que se prohíbe la publicidad en los estadios deportivos y otros sitios, y de que también se prohíben anuncios sobre los uniformes, en todos los demás sitios las personas tienen que soportar la cantidad exorbitante de publicidad de los auspiciantes o socios de las Olimpiadas. Ya mejor ni hablemos de lo que debemos de soportar aquellos que fungimos únicamente como televidentes. 

Se supone que Los Juegos Olímpicos cuentan con una ideología oficial: Olimpismo, en la cual se propone promover una mezcla pura de deporte, cultura y educación. Sin embargo, el único mensaje que se difunde durante los Juegos es el del consumo desenfrenado. 

Desde 1985 el Comité Olímpico Internacional incluye un Programa de Socios Olímpicos que cuenta con 12 compañías –entre ellas Coca-Cola, General Electric, Johnson&Johnson, Panasonic y Visa- que pagaron 866 millones de dólares al Comité Olímpico Internacional. De esta manera se convierten en proveedores oficiales y pueden anunciar sus productos sin restricciones fuera de los lugares no restringidos. 

Todo esto no sería tan grave, digo, alguien debe contribuir para que se hagan, ¿no? El problema radica en que las compañías con quienes se alía el COI muchas veces incurren en la violación de derechos humanos o el mensaje que envían no tiene nada que ver con los postulados de salud y mantenimiento físico que manejan las Olimpiadas. 

Por ejemplo, las compañías de bebidas alcohólicas como cerveza y vino; aquellas que promueven el consumo de comida chatarra como Coca-Cola, McDonald´s, Snickers o Hershey; aparte, muchos de los fabricantes de la ropa de los equipos deportivos obtienen sus productos de fábricas de explotación de mano de obra barata. Justo antes de los Juegos Olímpicos, Adidas anunció que transferiría gran parte de su producción fuera de China porque los salarios establecidos por el gobierno comunista son “demasiado elevados”. Por supuesto, para esta trasnacional cualquier salario sería más elevado que la miseria con la que hacen a trabajar a miles y miles de personas del tercer mundo explotadas. Lo peor es que Adidas no es la única trasnacional que se indigna ante manejar condiciones justas para sus trabajadores. 

Estas alianzas pueden contribuir a tergiversar el mensaje de los Juegos Olímpicos. Por ejemplo, los niños son los principales espectadores de las competencias ¿qué tan conveniente es que menores de edad sean bombardeados con anuncios de bebidas alcohólicas mientras ven el evento?

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